LA LUZ DE LA ESPERANZA


CAPITULO XXIV
La luz de la esperanza.
Jacobo POV
La vida es una maldita ruleta rusa, me encontraba esposado y sentado en medio de una celda, los ladrillos y el cemento de la pared me cobijaron con su humedad, mientras contaba mentalmente cada segundo.
Varios malos sentimientos rondaban por mi cabeza, el único que no hizo acto de presencia fue el del arrepentimiento.
Conforme pasaba el tiempo, mas odiaba a mi Bella y a su noviecito rico.
Desde su adolescencia sabia que lo amaba pero poco a poco la fui convenciendo de que no era amor, que amor era lo que sentía mi corazón por ella.
Tonta.
Soñadora.
Inocente.
Pensar o creer que amor era el sentimiento que teníamos.
La culpable de la vida de mierda que tenia se la debía a Rosalie, lo que comenzó como algo simple como ayudar a una amiga, se convirtió en un sentimiento poco arraigado en mi. Dándole a ella la oportunidad de  jugar con mis sentimientos que fueron encandilados por su belleza y su seguridad de una mujer con todas las letras.
Cuando descubrí que lo que comenzó como el simple hecho de quitarla del medio de Rose y él, ya  me había enamorado perdidamente de ella, me odie, la odie.
El peor castigo de un hombre es saber que donde una pareja duerme, en una cama para dos, se convierte poco a poco en un trío.
Era mas que obvio, que ella lo amaba y noche tras noche, su figura se entrelazaba entre nosotros.
Luego de que ella volviese de estar una temperada con Charlie, no solo me lo imaginaba, sino que la frialdad que ella me regalaba por las noches, confirmaron mis sospechas que algo habían vivido juntos.
Nuevamente la cama era para tres.
Noche tras  noche pasaba por el cuerpo de otras mujeres gimiendo en sus rostros el nombre de mi Isabella.
Esa Isabella que no lograba cubrir mi apetito sexual, ni sabía colmarme con su amor.
Y hoy…
Aquí me encuentro, rodeado de barrotes, recordando la vida que tuve y lamentándome por lo que no pudo ser.
Con los años, llegué a desear haberla conocido en otras circunstancias y quizás ella me hubiese amado como me merezco.
Y seriamos la familia ideal.
De todas maneras aun sigue siendo mi esposa y por sobre todas las cosas…Mía.
Eso, ni el mismísimo demonio lo cambiaría.
Lo único bueno que me quedaba era el amor de mi hijo mayor, que además de compartir algunos gustos y su carácter dañino y vengativo, teníamos en común, el odio hacia Bella, hacia su madre.
Esa madre que al cumplir los cinco años de edad lo abandono regalándoselo a su madre para jugar a los noviecitos con ese doctorcito de mala fama.
Y día tras día se lo recordé a nuestro hijo para alimentar ese sentimiento de reproche y resentimiento hacia ella y que ahora lo usaba a mi favor.
Se que no hay peor dolor para una madre ser despreciada por su hijo, su primer hijo.
Mi hijo mayor, Alec, era un ser frío y oscuro, su sentimiento mas cálido hacia su madre era el odio que corría por sus venas y envenenaba su corazón.
Yo mismo me encargué de alimentar esa venganza, porque si por alguna razón, no lograba cumplir mi objetivo, él terminaría mi trabajo.
Hace años que lo vengo entrenando para eso…
Su sed de venganza, sería mi triunfo sobre Isabella.
Mi hijo menor es otra historia, su rostro refleja la misma dulzura que su madre y sin duda alguna no corre mi sangre por sus venas, Nahuel es ciento por ciento un Swan.
Perdido en mis pensamientos y contando con la mente cada marca en la pared, se abrió la puerta de la celda.
– Vamos, te llegó el traslado. – maldita Rose, lo había logrado. Me lo confirmó quien me estaba quitando las esposas de mis muñecas. Dos hombres con identificación sobre su chaqueta me miraban con confianza. – Sin movimientos bruscos te van colocar un chaleco y no dudaré en volarte los sesos si te haces el vivo. ¿Has entendido Black?
– Tranquilo, jefe. Esto es todo un mal entendido. Ya verás como tú serás el primero en que tenga que pedirme perdón. – le dije mientras los enfermeros me colocaban el chaleco de fuerza como si fuera un loco peligroso. Y el guardia me miraba con una sonrisa petulante.
– Si…claro. Y yo soy Caperucita Roja que le gusta jugar al policía. – maldito, en breve le haría tragar sus palabras. Lo miré de manera intimidante provocando que diera un paso hacia atrás. Solo me miró con desconfianza, pero que va, me encantaba intimidar a la gente, si hasta me causó gracia su comentario.
Comenzamos a caminar por el cuartel de policía, escoltados por mi carcelero hasta la puerta. En el camino, pasé por la puerta del despacho de Charlie y respetuosamente lo salude con un…Nos estamos viendo suegrito. La cara de asombro fue para portada de revista.
Al cruzar la puerta, uno de los enfermeros me susurro en mi oído.
– Nosotros somos tu pasaje a la libertad. – me giré y lo miré confundido antes de subir a la ambulancia. Solo una idea se me cruzó por mi cabeza, iría en busca de mi esposa.
Iría en busca de Bella…
Al subir a la camioneta, me saqué el maldito chaleco con ayuda de uno de los hombres, me tendió el móvil y llamé a Rose para agradecerle su gran gesto de sacarme de ese maldito lugar.
Cuando había avanzado dos kilómetros, ha pocos metros de salir de la estación de policía, marqué en mi móvil el número de mi hada salvadora.
Esperé un par de tonos hasta que luego de verificar el número se digno a atender.
–Rose, amor mío.- decidí jugar con ella, quizás podíamos festejar con un gran polvo  mi libertad.
– Hola mi amor. Me alegra escucharte. ¿Recuerdas la casa en donde teníamos nuestros encuentros amorosos? – ni me dio tiempo a esforzarme para realizar una invitación decente. Sin preámbulos me invitó a nuestro lugar secreto.
–Como olvidarlo. – es lo único que pude responder, acostarme con ella era mas fácil que recitar el conteo de los dedos de una mano.
–Me encuentro a dos horas de ahí. Dile a mis hombres que te den la camioneta y ven. – pues la yegua si que tenía apuro y mi entrepierna hacia acto de presencia en ese momento.
–Tus deseos son órdenes para mi, mi reina. – paré en seco la ambulancia, les ordené que bajaran y salí pitando hacia nuestro nido de amor.
–Tengo un regalito para ti.- me dijo antes de cortar  la llamada, debo reconocer que su comentario me sorprendió, igual  volví a carcajearme.
Luego de conducir como un demente, a causa de mi estado de calentura, llegué al lugar.
A lo lejos vi el coche de Rosalie, la cual bajo en el momento que me vio y nos encontramos a mitad de camino.
– Hola cariño. – la saludé con un movimiento de cabeza. – ¿Recuerdas que te dije que tenía un regalito para ti?
– Si. Lo recuerdo, pensé que tu eras mi regalito. – le dije en un tono libidinoso.
– No seas estúpido  tengo a tu mujer en el auto. La he traído para ti. Intenté negociar con ellos, pero el muy tonto cuando le dije que lo amaba me saco a patadas del lugar. Por lo tanto he decidido golpearlo por donde mas le duele. – mis oídos no daban crédito a lo que escuchaba.
Caminé a paso apresurado hacia el auto y al abrir la puerta y un olor pestilente salio del interior, la jalé de los tobillos, intenté ponerla de pie.
La muy torpe, como siempre, cayó al suelo por lo que ahora además de vómito, la tierra se había adherido en su cuerpo.
Tuvimos la brillante idea de manguerearla con un súper chorro de agua para limpiarla y quitarle ese mal olor.
De lo contrario no podría hacerle el amor como tenía pensado como mi regalo de bienvenida.
La cargue como una bolsa de papa y al intentar entrar a la cabaña, la muy puta volvió a vomitar, que sensación asquerosa fue sentir una sustancia viscosa recorrer mi espalda.
De la nada me enfurecí, había arruinado mi playera por lo tanto la arrojé sobre la cama, dándole sin querer la cabeza sobre la pared, de tal manera que retornó a quedar inconsciente.
–¡Rose, trae unas malditas tijeras. – debía despojarla de sus ropas, el olor putrefacto era insoportable para cualquier ser vivo.
Tomé su cuerpo inerte a pesar de que su olor me provocó una gran arcada, que casi dejo mi cena sobre su rostro.
Rose me entregó las tijeras, corté ambas cintas que mantenían inmóvil a ambas extremidades, las de las manos y las piernas.
Busque el dobladillo de su playera, la estiré hasta su cadera y corté la tela desde su cadera hasta su escote, luego la di vuelta y realice el mismo corte por su espalda y le quité su blusa dejándola en sostén.
La coloqué boca arriba nuevamente y le corté su jeans.
Dios, ver su cuerpo expuesto solo para mi,  tal cual acto privado, el cual estaba sentado en primera fila.
Adoraba su cuerpo, todo en el ella, de hecho volvería a cometer la misma estupidez de años atrás, no me importaba ni mierda que esperé un hijo de él.
Me puse de pie, me alejé para poder observar con detenimiento su escultural cuerpo.
Volví a su lado, tomé ambos tobillos y los ate a los costados de la cama.
Le acaricié las piernas con suave movimiento ascendente hasta llegar a su entrepierna, la cual volvía acaricié con devoción sobre la tela de su braga.
Lastima que estaba inconsciente, me hubiese gustado que se retorciera por mi toque.
Acerque mi nariz a su centro y olisqueé cual perro olfatea un gran manjar, a pesar de que la turra no me regalo su olor a excitación.
Subí ambas manos acariciando su abdomen levemente abultado, continúe con sus pechos que habían aumentado de tamaño por su embarazo y terminé por el camino que habían realizado mis manos en sus muñecas para colocar una esposa a cada mano al barral de la cama.
Le quité la mordaza que había improvisado  la rubia, que estaba vomitada y me detuve en su rostro angelical.
Le corrí un mechón de su pelo y me acerqué a su oído para susurrarle unas palabras.
– ¿Por qué Bella no me amas?¿Qué te da él que te hace feliz?. Sabes que todo puede ser diferente si tan solo te dignarás a amarme solo una vez. – una lágrima rodó por mi mejilla y cayó cerca de su oído.
No es tanto lo que pido, solo que me ames. – ahora que la tenia conmigo nadie nos iba a separar –yo te  cuidaré mas que a mi vida, los  alimentaré,  bañaré y cuidaré de ese bebé como si fuera mío.
Besé su frente con amor.
Me separé de su cuerpo, me levanté de la cama y me dirigí a la cocina a tomar un café.
Rose estaba sentada junto a la ventana tomando su café. Miro hacia la puerta en el momento en que la traspasaba y me servia mi taza de café.
– Disculpa no pude evitar escuchar lo que le decías.¿De verdad que la piensas tener cautiva?
– Por supuesto. – le respondí indignado. – No creíste que iba a matarla, solo lo haré si ella no coopera.
– Realmente estas para un loquero. – ambos nos carcajeamos. – Mejor me voy, no deseo estar aquí cuando la ira de los Cullen y su padre caiga sobre ti.
La oxigenada se levantó de la silla, dejó la taza en el fregadero y salió de la casa, prometiendo que mañana temprano traería comestibles y elementos de aseo personal.
Había pasado una hora desde que llegamos a la cabaña, aun seguía inconsciente.  La tapé con una manta y me recosté a su lado.
Su cuerpo temblaba de frío, se convulsionaba como si tuviera fiebre.
Decidí tomar el coche y viajar a la ciudad para comprarle unas medicinas y además algunos comprimidos de somníferos por si se ponía agresiva y  me lo hacia difícil.
Su temperatura corporal era elevada.

 Edward POV
Me desperté desorientado con un gran dolor en todo mi cuerpo, algo agarrotado como si hubiese permanecido más de tres horas en el gimnasio.
Al abrir mis ojos me encontraba solo, recostado sobre la cama de una habitación que no era la mía.
Realmente no sabía bien en donde me encontraba. Y desconocía el motivo por el que me hallaba aquí.
Intente incorporarme por mis propios medios, lo que provocó un intenso mareo.
Mierda debía salir de aquí, encontrar a Bella y regresar a casa.
Perdido en mis pensamientos, abrieron la puerta de la habitación y observé a mi padre caminar sigilosamente hacia la cama.
- Hijo… ¿Cómo te sientes?- su pregunta me desconcertó ¿Cómo debía sentirme?
- Supongo que bien.- la expresión de su rostro abatido me indicaba que mi respuesta no era la correcta.
-Papá, necesito levantarme para ir a buscar a Bella. He tenido un sueño horrible y me aseguraré que se encuentra bien.
- Hijo ¿Sabes porque te encuentras aquí?- me encontraba aturdido y poco a poco los recuerdos regresaban a mi mente.
El despacho de mi padre. Alice conversando conmigo sobre Rosalie.
Mi padre preguntando por Bella.
Mi hermana saliendo del despacho hacia la habitación
Alice hablando por el móvil con Jasper.
Mis pasos apresurados atravesando la salida.
Mi carrera alrededor de la manzana.
La pincelada de sangre en la acera.
De pronto recordé todo, la sangre, Charlie, los uniformados, los enfermeros, la jeringa…todo.
-Papá…dime que no es verdad, que le darás el alta a Bella y podremos ir a casa.- mi pecho comenzó a contraerse por el dolor, mis ojos se tornaron acuosos y la mirada de mi padre que me confirmaba lo que ya sabia.
-Lo siento hijo…-solo eso me dijo. Me levanté como si me hubiesen clavado un alfiler en mi trasero y me desplacé por toda la habitación. Con ambas manos intentaba acomodar mi pelo, rastrillaba con mis dedos mi cabeza y las lágrimas caían sin cesar por mi rostro.
–¡Vete! – grité  –Déjame solo, necesito ordenar mis ideas – le dije a Carlisle apenas en un murmullo. Mi padre palmeó mi hombro y se retiró de la habitación en silencio dejándome en la soledad del cuarto..
Frustrado, me desplomé en la cama.
Debía pensar que pasos  iba a seguir para rescatar al amor de mi vida.
Mi mente no podía enfocar un solo pensamiento. Rendido apoyé mi cabeza en la almohada y comencé a llorar.
Me preguntaba mil veces porque la vida se ensañaba con nosotros de esa manera, la única razón que me imaginaba era el que nos amaramos con locura.
Me levanté furioso conmigo mismo, el mismo pensamiento re surgía entre las profundidades de mi alma.
No era un hombre capaz de cuidar de ella, no me encontraba a la altura de las circunstancias.
En estos momentos no me importaba nada, necesitaba hechos y respuestas y la única persona capaz de dármelas era Charlie.
Me dirigí al baño privado de la habitación, observé mi rostro abatido por las circunstancias, mojé mi cuello y cabello.
Como si con esa acción borrara mis males y preocupaciones.
Al salir de la habitación, caminé con pasos definidos hacia el despacho de mi padre.
Los dos hombres se encontraban en silencio, cada uno sumergidos en sus propios pensamientos. En sus propias miserias.
 Al irrumpir en la sala, ambos alzaron la cabeza dedicándome una mirada indulgente como aquel que acababa de perder un ser querido o lo que es peor, aquel que han sentenciaron a pena de muerte.
Decidí ignorarlos y romper el silencio con una pregunta más que trillada.
-¿Se sabe algo de Bella?- ambos rompieron la mirada sostenida y volvieron a la posición inicial, con sus cabezas gachas y negando a la vez.
-¿Desean contarme lo que esta pasando?-mi pensamiento hizo un  movimiento rápido. Debía conocer los detalles para poder actuar. El vozarrón de Charlie me sorprendió.
-Toma asiento. Lo que debo contarte es delicado. Prométeme que escucharás hasta que finalice y luego buscaremos la mejor manera de solucionarlo.

Charlie PROV
Al regresar de la clínica, me sentía estresado, una voz en mi interior me decía que aquel informe elaborado por la forense no era gratificante para mis pensamientos.
Aun no entiendo como Jacobo Black tenía la suerte de siempre salir bien parado de las peores situaciones.
Mi corazón me decía perfectamente lo que intuía, el no estaba loco, se encontraba en todos sus cabales y era consciente de la circunstancias por las que había pasado.
Había conversado con Rosalie Hale, en un primer momento pensé que estaría de nuestro lado, pero al transcurrir de las horas me di cuenta que ella seria una piedra mas en el camino hacia la felicidad de mi hija.
Mi rango de policía no era suficiente para encarcelarlo, a pesar de que me sobraban los motivos.
Un maldito informe elaborado por una astuta forense en psiquiatría, Seria su boleto hacia su libertad.
Acongojado por el resultado de la situación me desplomé en mi sillón detrás del escritorio.
Sabia que Jake se encontraba en un calabozo a escasos metros de mi despacho, tal es así que esta me imaginaba su rostro de felicidad  al saber que su amiga haría cualquier cosa por evitar la cárcel para él, por cierto, una cárcel que lo ayudaría a pensar en como debe tratarse  a una mujer, a un tesoro, como lo es mi hija.
Las horas pasaron agónicamente, muy lejos había pasado la hora de la mañana, en la que Bella llegó en   la ambulancia en donde casi corrió para buscar refugio en mis brazos, esos brazos de donde nunca se debió ir.
Tan ciego había estado en el momento en el que Jake pidió mi autorización para casarse. Podía ver en la mirada de Isabella que esa situación no era la ideal, ella no lo amaba.
Pero a veces un padre, no tiene derecho a opinar, sobre la vida de sus hijos.
Pero el recuerdo que mas me atormenta es saber que luego de haber vivido un intenso romance con Edward ese verano, a las semanas decidió volver con Jake, vaya a saber  bajo que promesas del bastardo y esperando otro  hijo.
Pero la llegada de su segundo hijo y el abrupto distanciamiento hacia mi, confirmaron que algo andaba mal. Dios, que vida ha padecido mi bebe junto a ese hijo de puta.
Inmerso en mis reflexiones, un ayudante mío, me tendió una nota en la que Rose indicaba el inminente traslado de Jake a una clínica privada para mentales.
Dos hombres corpulentos, ingresaron a mi oficina, realmente eran intimidante su postura,  me tendieron una planilla y me informaron que el padre de mis nietos, era un ser peligroso, por lo que lo tenían que inmovilizar para trasladarlo.
Lo retiraron delante de mis narices, con un chaleco de fuerza.
Al pasar por mi lado, el cínico me saludo con un típico nos estamos viendo suegrito.
Mi deseo en ese momento fue de abalanzarme sobre él y matarlo con mis manos.
Pero nuevamente lo salvo la suerte porque de no haber recibido la llamada de tu padre, el maldito estaría ahora bajo tierra.– Y eso fue todo…

Edward POV
–Supongo que detrás de todo esto esta Rosalie y conozco sus verdaderos motivos.– le afirmé a Charlie.
– Por hoy no podemos hacer nada, han pasado mas de dos horas y no tenemos nada. – intervino Carlisle.
– Pondré algunos hombres para seguir a la forense, esa que terminará tan presa como mi yerno. – dijo Charlie, mientras atendía una llamado de su móvil que sonaba insistente.
– Disculpen, tomaré la llamada. – se paró y comenzó a caminar por el despacho de mi padre. – Diga…¿Nahuel?¿Que ha pasado mi niño?¿Como has llegado a la estación de policía?.Maldición, tomaté un taxi y ven con tu abuelo…dile al chófer que te traiga a la clínica del pueblo. Aquí te espero. – al cortar la llamada se lo notaba contrariado…
– ¿Que ha pasado?¿Nahuel es el hijo de Bella? – aunque pareciera ilógico, me salían las preguntas una tras otra.
– Edward... ¿nunca te habló Bella de Nahuel? – su pregunta sin rodeos, me dejo fuera de juego, vagamente recordé ese día de confesiones en la cama cuando me dijo que la historia de su segundo hijo era triste y que otro día me lo diría. Ahora aunque sea sabia como se llamaba, nunca había visto fotos de ellos, solo sabia el nombre de su hijo mayor, Alec.
– No Charlie, supongo que es su hijo más chiquito. – ¿Qué edad tendría?
– Pues si ella no te ha hablado de él, no soy el indicado. – pero que mierda fue eso, la verdad que no me lo imagino, pero ante tal pregunta mi corazón comenzó a palpitar como loco, pensé que saldría disparado de mi pecho, como si hubiese corrido una maratón de mas de cien millas.
Supongo que el cuerpo responde así por acto reflejo, quizás por una gran amenaza de peligro, pero suponiendo que sea así, que peligro podía ser un niño adolescente de la mujer que amo con todo mi corazón….el corazón responde a sentimientos que el cuerpo no encuentra la razón….
Por lo pronto decidí despejar todas mis dudas acompañando a Charlie hacia la entrada de la clínica, un poco de aire me vendría bien para despejar mi cabeza de la espantosa situación por la que estamos atravesando toda mi familia y yo.
No existe peor consejero que la incertidumbre de no saber donde se encuentra Bella.
Caminamos por el pasillo en silencio, cada algunos pasos observaba a Charlie nervioso, algo inquieto, como si mi presencia lo perturbara, de haber sido en otra ocasión quizás me hubiese retirado sin decir una palabra, pero dadas las circunstancias, y encime la pregunta que me realizó Charlie, me había picado el bichito de la curiosidad, y sentía una imperiosa necesidad de conocer a ese niño.
Cada tanto Charlie me miraba de reojo, como si quisiera ver que actitud tenía al caminar a su lado.
Se sonreía de costado, negaba con la cabeza y luego se rascaba la nuca.
Al girar por el pasillo, que conducía a la puerta de salida, sobre el mostrador se encontraba dándonos la espalda un adolescente, de contextura delgada hablando con la recepcionista.
Al verlo ahí parado, un escalofrío recorrió mi cuerpo, un sudor frío se adueño de mis manos y mi corazón estalló, al escuchar su risa estrepitosa, similar a la mía cuando  aun era un adolescente.
Se giro y creí que me desmayaría…
–¡ Abuelo! –el adolescente  corrió en su dirección….

CAPITULO XXIII...DESESPERACIÓN


CAPITULO XXIII

DESESPERACIÓN.

Edward PROV

Al ingresar a la habitación de la clínica y ver la cama vacía.
Creí que me moría en vida.
Todo el cuarto, aún impregnado por su olor, ingresaba por mi nariz, quemando y arrasando por mis vías respiratorias.
Mis pulmones no recordaron tomar oxígeno, para transportarlo por mi venas, solo la consternación corría por mi sangre.
En un lamentable ingreso de sangre, para bombear hacia mi corazón, la desesperación se alojo allí, quedándome mas vacío y sin latidos.
Me sentí abatido.
Vencido.
Impotente frente a la situación.
Una vez más  recordé que no era capaz de cuidar a Bella, como las circunstancias lo amerita.



–Hermano, lo siento. Es mi culpa. No debí…-no permití que su sentimiento de culpa me atormentará, era mi amada hermana, pero esta vez su amor incondicional a Bella la había puesto en peligro.
–Hijo, te dejaremos solo. Necesitas pensar.- mi mueca de dolor, paralizó las palabras de mi padre. Me giré y conecté la mirada con Alice.
–Exactamente, ¿Cúales fueron las palabras que dijo?- me odie a mi mismo por el tono en el que había realizado la pregunta.
–Solo que caminaría dos o tres cuadras alrededor de la clínica y que seria una niña buena, que tomaría su medicina y regresaría en diez minutos. – supongo que dijo todo, ¿Qué estaba pasando con mi familia, hacía  muchas semanas que no teníamos paz?
Mi padre me animó a ponernos en marcha, me pidió que dejara todo en sus manos, Alice a mi lado llamaba a Emmet y Jasper.
Mi padre se comunicó con Charlie, poniéndolo al tanto de la situación.
Y mis pies, trasladaron mi cuerpo hacia el exterior de la clínica, baje los escalones corriendo, para bordear toda la manzana.
Mi corazón me decía en un susurro cruel, que no la encontraría.
Corrí dos veces alrededor de la gran manzana.
La oscuridad era amenazante, mi rostro se contrajo al pensar  en mi nena, podría haber sentido miedo.
¿Pero dónde estaba?

¿Habría tomado un taxi, para regresar a casa de mis padres?
¿Estaría en un café, comiendo un gran trozo de pastel de chocolate?
¿Se encontraría en el aeropuerto, comprando un boleto para visitar a Renné?
Los agitados latidos de mi corazón por la carrera a contratiempo, me indicaban que estaba en peligro.
No tenía noción del tiempo, pero seguramente había pasado una hora, desde que se desató esta locura.
Aminoré mis pasos, mi corazón bombeaba sangre enloquecido.
De pie, me incliné a la acera, colocando ambas manos en mis rodillas, facilitando a mis pulmones la entrada de aire formando un ángulo de cuarenta y cinco grados con mi cuerpo. Con mis párpados cerrados.
Me encontraba en mitad de una noche tenebrosa, con miles de pensamientos que me negaban la posibilidad de que ella se encontrara bien. y con poco aire en mi cuerpo por la carrera.
Mientras intentaba erguir mi espalda, una suave brisa, colaboró para que un aroma a sales y oxido se calara por mi nariz.
Abrí de golpe mis párpados y la realidad me abofeteo de una manera cruel y despiadada.
Una veta de sangre, casi seca, realizaba un camino serpenteado, desde mi posición hasta el borde de la acera.
¡Basta!, gritaba mi corazón en mi interior, eso era mucho más de lo que podíamos soportar.
Mis músculos se entumecieron  y mis rodillas chocaron contra el suelo, provocando que mi cuerpo cimbrara por el golpe.
Un dedo, entre agónico y vacilante, tocó la mancha de sangre, apunto de secarse.
Mi visión de repente se vio opacada por mis lágrimas.
¿Cuánto más lloraría por ella?
¿Cuánto más soportaría no tenerla entre mis brazos?
¿Cuánto más debíamos soportar para ser felices?
Ensimismado en mis pensamientos, fui testigo silencioso de lo que pasaba a mi alrededor.
Las voces se oían lejanas.
Las sirenas de los coches patrullas, eran arrullos para mis oídos.
No me sentía consiente de mi cuerpo.
Solo flotaba en la inmensidad de la noche.
Mis lágrimas, el agua salada salía del interior de mi cuerpo por mi lagrimal, bañando mi rostro.
Solo repetía una y mil veces su nombre, como si por llamarla, ella posaría su cálida mano y me diría que todo era una pesadilla y estaba todo bien.
–BELLA…BELLA…BELLA…BELLA…-gritaba arrodillado en la acera acunado por la noche.






Alice PROV
Jasper y Emmet no entendían nada sobre mi llamado, entre lo nerviosa y asustada que me sentía, hablaba sin respiro como una desquiciada, caminando como una loca por toda la habitación.
Por el momento mi padre decidió que no era bueno preocupar a mi madre hasta que no supiéramos bien que había sucedido.
Que por cierto estaba cien por ciento segura que no era nada bueno.
Mi padre, por otro lado, detallando por su móvil al padre de Bella, los últimos acontecimientos y pidiéndole que se acercará a la clínica.
Mientras mi hermano caminaba en piloto automático hacia el exterior de la clínica.
Su rostro reflejaba el terror y la agonía que padecía en su interior.
Miré la hora en mi móvil y habían pasado cincuenta minutos desde el instante que me despedí de Bella, para ir al encuentro de mi hermano y engatusarlo para darle vía libre a su locura de tomar aire.
En mi vida, me sentí tan culpable por cubrirla.
Mi corazón me decía que estaba en malas manos.
Solo un nombre, Rosalie, aparecía en mi mente una y otra vez.
Gracias a Dios que Jake se encontraba en las inmediaciones de la estación de policía junto a Charlie.
De estar con ambos, tanto Rose como su ex esposo, le darían pocas esperanzas de seguir con vida.
De pasar algo así, mi hermano seguramente me odiaría y despreciaría su vida a tal punto de ponerle fin para reunirse con ella, con su alma, en algún lugar del cosmos.
Mi padre me pasó la palma de su mano por mi espalda y su mirada intentaba transmitirme seguridad, lo malo era que ni el se lo creía.
–Vamos  hija…busquemos a tu hermano.-pasó su mano por mis hombros y nos dirigimos a la puerta vidriada de salida.
Dentro de la clínica, sentía que me encontraba en una burbuja, ajena a todo lo que pasaba en el mundo exterior, propiamente dicho, en la calle y en la acera.
La realidad se plantó frente a mis ojos.
El sonido ensordecedor de los coches patrullas, Charlie a los gritos, dándole indicaciones a la veintena de uniformados que bajaban presurosos de los coches. Era digno de admirar al padre de Bella, como mantenía la cordura en una situación tan límite, como esta, en la que su hija corría peligro.
Pero la escena más devastadora, fue ver a mi hermano, de rodillas en el suelo, junto a un camino de sangre, totalmente ido, con su mirada pérdida y gritando una y otra vez el nombre de mi amiga, mi hermana.
Mi padre corrió hacia Edward. Mientras Jasper me tomaba en sus brazos en el momento justo que mis piernas se flexionaron por no soportar ver a mi hermano así y por mi culpa.
Carlisle  le ordenó a Emmet que no lo tocará, dijo algo así como que se encontraba en estado de shock.
Dos enfermeros salieron del interior de la clínica con una camilla y una jeringa.
Las patrullas, sonaban indiscriminadamente, en todo el predio y varios enfermos se asomaban por las ventanas a observar el espectáculo sin saber que sucedía.
Entre varios, inclusive mi padre, intentaron montar a Edward en la camilla, que les resultaba imposible por la resistencia que ofrecía entre patadas y golpes de puño y sus gritos agónicos llamando a su mujer.
De pronto el silencio.
Mi padre le había inyectado un sedante y lo llevaban al interior de la sala de urgencias.
Eso es todo lo que recuerdo.
Hasta que abrí mis ojos y me encontré acostada en la habitación de Bella y Jasper a mi lado.
–¿Qué pasó?- mi voz apenas en un susurro le pregunté a mi novio.
–Te desmayaste en mis brazos, mi amor.-su tono dulce de voz, tranquilizaba mis sentidos alterados.
–¿Se sabe algo de Bella?

Bella PROV

Al abrir mis ojos, recorrí todo el lugar con la vista. Me encontraba en el interior de un coche, que se trasladaba a gran velocidad.
Incliné mi cabeza hacia atrás y al observar por encima de mi coronilla, a través del cristal de la puerta del vehículo en movimiento, solo se veía el pasaje veloz de la vegetación.
Sobre el cabezal del asiento del conductor, caía hacia  atrás en cascada una melena rubia que pertenecía a Rosalie.
Mi corazón se estremeció al recordar su rostro al gritarle a Edward que lo amaba.
Palabra que fue la causante de que por consecuencia me encontrará aquí.
Cerré mis párpados angustiada por la circunstancia, lo que provocó que una lágrima furtiva rodara por mi mejilla.
Me resultaba difícil respirar por la nariz, por lo que mi pecho ascendía y descendía rápidamente.
La cinta de embalaje apretaba mis muñecas al igual que mis pantorrillas lo que me causaba un hormigueo acompañado por un gran dolor.
A estas alturas las lágrimas rodaban por mi rostro, convirtiéndose en una cascada al recordar mi estado de gravidez.
¡Mierda! Que estúpida fui; si por un momento hubiese escuchado a Alice, en estos momentos estaría descansando entre los brazos de mi amado respirando su fragancia embriagadora.
Que arrepentida me sentía, una vez mas Edward, estaría angustiado por mi culpa, seguro notaron mi ausencia.
Peor me sentía al pensar en mi amiga, quizás iba a tener problemas con su hermano por cubrirme.
Esme al enterarse estaría triste por ver a su hijo sufriendo.
Y Emmet quedaría destrozado al saber quien me secuestro.
Me sentía de como la mierda, todo a mi alrededor, todas las personas que amaba sufrían por mi culpa.
Me merecía todos los planes que ella tenía para mi.
Sumergida en mis pensamientos mi cuerpo percibió por el movimiento abrupto que el coche detenía la marcha.
Intenté mantener mis párpados cerrados y agudicé el sentido del oído.
La voz de Rose ingresó a mi mente donde mi cerebro proceso la amenaza.
–La consentida de los Cullen sabrá lo que es bueno.– intento sonar dulce, pero su voz cargado de ironía , me llevo a pensar que sus planes no eran nada bueno para mi. ¿Qué tenía pensado hacerme?¿A qué lugar me había traído?¿Pediría un rescate por mi?
Miles de preguntas se agolpaban en mi cabeza. 
Solo una oración de ruego por mi hijo, intentaba aplastar mis interrogantes.
La incertidumbre colmaba mis sentidos.
Un golpe seco, tras cerrar la puerta de un coche, me indicaba que no estábamos solas en este lugar.
¡Que no sea Jake! Mi corazón golpeaba frenético contra mi pecho, la respiración oscilaba entre errática y conmovida por la anticipación al otro integrante de mi tragedia.
En un intento por tomar oxígeno, mis fosas nasales se dilataban continuamente, presa de un ataque de pánico. 
Nada bueno para mi bebe. Por el sonido de la grava, mi cuerpo se tenso, unos pasos se dirigían hacia el coche y escuche a mi raptora bajar del que me encontraba secuestrada.
Presioné rudamente mis párpados como queriendo agudizar al máximo mi sentido auditivo.
Solo un murmullo de voces en la oscuridad de la noche, daban la pauta que la rubia engreída no había ideado  esto sola.
No se si fueron los nervios o la situación lo que provocó que mi bebe realizará su primer movimiento.
Mi sentimiento por Rosalie no era nada bueno.
Mis manos se encontraban impedidas para conectarme con mi hijo en este maravilloso momento y me había separado de Edward, privándolo de esta sorprendente experiencia.
La odie.
Una voz conocida inundó el interior del coche, mi cárcel personal.
–Rose ¡Es perfecto mi obsequio!– su voz ronca provocada por el deseo, me revolvió las tripas. Podía sentir su mirada lasciva sobre la extensión de mi cuerpo.
–Jake, has con ella lo que quieras. Después de todo sigue siendo tu esposa, ¿no?– las risotadas de ambos aturdieron mis sentidos.
– Supongo que es una buena noche para abandonar mi celibato. – respondió entre risas.
 Ruego a lo más sagrado que no me ponga una mano encima. Las imágenes de la noche en que tomó mi cuerpo sin mi consentimiento en la caravana, aparecían una a una en mi mente.
Poco a poco sentía mis tripas convulsionarse como si se tratará de un volcán gestionando una colosal erupción.
De seguir presionando mis párpados, mis globos oculares terminarían hundidos.
Por gracia divina, ambos se marcharon, no se adonde. Sentí el sabor metálico ascender por mi garganta. Una bocanada de vomito surgió como un torrente desde mis entrañas. El líquido viscoso salía a borbotones ensuciando mi cabello y mi rostro. Mis arcadas contraían mi estómago y ese líquido, mezcla de sangre y alimentos me traían contrariada. Por instinto desee poder acariciar mi vientre pero mis manos aprisionadas por aquella maldita cinta me imposibilitaban el tan necesitado movimiento.
Un olor nauseabundo inundaba el interior del coche.
Mis lágrimas corrían por mi rostro y solo podía pensar en mi bebe y en mi eternamente amado. 
Había sido un gran error salir a tomar aire.
De solo pensar en la situación y en quien me estaba privando de mi libertad mas angustia sentía mi pobre corazón.
El vómito se deslizaba lentamente sobre el asiento trasero del coche en donde me encontraba sola.
A lo lejos escuchaba como ellos dos mantenían una charla seguramente sobre mi posible destino. Mi vida no podía acabar así.
Pero mis sentidos auguraban el final y no se sentía muy prometedor.
De repente la puerta del coche se abrió y pude reconocer nuevamente su voz, con quien estaba conversando Rosalie.
Mi cuerpo respondió con desagrado al sonido de esas palabras, una vez mas mi pesadilla reaparecía en mi vida Jacobo Black el nombre de todas mis desgracias . Lo que me llamaba poderosamente la atención fue en detenerme a pensar que relación tenia con la prometida de Emmet.
–¡Puta Madre! pero que olor de mierda sale del interior. ¡Rosi la maldita ha vomitado!– por que se empeñaba en llamarme maldita
–¿Y que quieres que haga? Es tu perverso obsequio. Has con ella lo que desees mi amor. –¿mi amor?¿ pero que sucede aquí desde cuando están juntos?
Sentí sus sucias manos jalarme de los tobillos para sacarme del interior del coche he intentar colocarme de pie.
Deje mi cuerpo flácido. No se la iba a poner fácil. Además intenté parecer inconsciente.
El cabrón no tenía de donde tomarme, sangre y resto de mi frágil estómago cubrían mi cuerpo.
Por no tomarme y  darme equilibrio caí pesadamente al suelo. Ahora tenía tierra adherida a mi ropa y ese olor que me provocaba más asco.
Los sonidos de los pasos de Rosalie me anticipaban el momento de que nada bueno podía esperar de ellos.
–Jake abre el grifo.– Ni tiempo a pensar, la hija de puta me bañó con la manguera del jardín como si fuera una planta que necesitaba ser regada. 
Solo iluminados por la luz de la luna, el impacto del agua fría me obligó abrír mis ojos apresuradamente.– Pero que tenemos aquí. ¿La princesa de los Cullen ha despertado?
Observe a Jake cerrar el grifo y raudamente corrió a mi lado, tomó mi cuerpo empapado por el agua y me cargó como una bolsa de papas a su hombro.
Mis dientes castañeaban sonoramente y mi cuerpo convulsionaba  por el frío.
Intenté mantenerme alejada de su cuerpo, pero me encontraba indefensa por las ataduras en mis extremidades.
Oí la queja que hizo la pesada puerta de madera maciza al abrirse, un olor pestilente entre humedad y algo en descomposición se coló por mi nariz; Lo que provocó una bocanada de vómito con lo poco que aun conservaba mi estómago.
–¡Maldita Puta!¡Has arruinado mi playera!– el movimiento que realizó a continuación me tomó por sorpresa. Me arrojó deliberadamente en un colchón oloroso golpeando mi cabeza lastimada contra la pared. Me derribé inconsciente nuevamente, lo último que escuche…
–¡Rosalie!,¡ trae unas malditas tijeras!

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