CAPITULO
XXIV
La luz de
la esperanza.
Jacobo POV
La vida es una maldita ruleta rusa, me encontraba esposado y
sentado en medio de una celda, los ladrillos y el cemento de la pared me
cobijaron con su humedad, mientras contaba mentalmente cada segundo.
Varios malos sentimientos rondaban por mi cabeza, el único
que no hizo acto de presencia fue el del arrepentimiento.
Desde su adolescencia sabia que lo amaba pero poco a poco la
fui convenciendo de que no era amor, que amor era lo que sentía mi corazón por
ella.
Tonta.
Soñadora.
Inocente.
Pensar o creer que amor era el sentimiento que teníamos.
La culpable de la vida de mierda que tenia se la debía a
Rosalie, lo que comenzó como algo simple como ayudar a una amiga, se convirtió
en un sentimiento poco arraigado en mi. Dándole a ella la oportunidad de jugar con mis sentimientos que fueron
encandilados por su belleza y su seguridad de una mujer con todas las letras.
Cuando descubrí que lo que comenzó como el simple hecho de
quitarla del medio de Rose y él, ya me
había enamorado perdidamente de ella, me odie, la odie.
Era mas que obvio, que ella lo amaba y noche tras noche, su
figura se entrelazaba entre nosotros.
Luego de que ella volviese de estar una temperada con
Charlie, no solo me lo imaginaba, sino que la frialdad que ella me regalaba por
las noches, confirmaron mis sospechas que algo habían vivido juntos.
Nuevamente la cama era para tres.
Noche tras noche
pasaba por el cuerpo de otras mujeres gimiendo en sus rostros el nombre de mi
Isabella.
Esa Isabella que no lograba cubrir mi apetito sexual, ni
sabía colmarme con su amor.
Y hoy…
Aquí me encuentro, rodeado de barrotes, recordando la vida
que tuve y lamentándome por lo que no pudo ser.
Con los años, llegué a desear haberla conocido en otras
circunstancias y quizás ella me hubiese amado como me merezco.
Y seriamos la familia ideal.
De todas maneras aun sigue siendo mi esposa y por sobre
todas las cosas…Mía.
Eso, ni el mismísimo demonio lo cambiaría.
Lo único bueno que me quedaba era el amor de mi hijo mayor,
que además de compartir algunos gustos y su carácter dañino y vengativo,
teníamos en común, el odio hacia Bella, hacia su madre.
Esa madre que al cumplir los cinco años de edad lo abandono
regalándoselo a su madre para jugar a los noviecitos con ese doctorcito de mala
fama.
Se que no hay peor dolor para una madre ser despreciada por
su hijo, su primer hijo.
Mi hijo mayor, Alec, era un ser frío y oscuro, su
sentimiento mas cálido hacia su madre era el odio que corría por sus venas y
envenenaba su corazón.
Yo mismo me encargué de alimentar esa venganza, porque si
por alguna razón, no lograba cumplir mi objetivo, él terminaría mi trabajo.
Hace años que lo vengo entrenando para eso…
Su sed de venganza, sería mi triunfo sobre Isabella.
Mi hijo menor es otra historia, su rostro refleja la misma
dulzura que su madre y sin duda alguna no corre mi sangre por sus venas, Nahuel
es ciento por ciento un Swan.
Perdido en mis pensamientos y contando con la mente cada
marca en la pared, se abrió la puerta de la celda.
– Vamos, te llegó el traslado. – maldita Rose, lo había
logrado. Me lo confirmó quien me estaba quitando las esposas de mis muñecas.
Dos hombres con identificación sobre su chaqueta me miraban con confianza. –
Sin movimientos bruscos te van colocar un chaleco y no dudaré en volarte los
sesos si te haces el vivo. ¿Has entendido Black?
– Tranquilo, jefe. Esto es todo un mal entendido. Ya verás
como tú serás el primero en que tenga que pedirme perdón. – le dije mientras
los enfermeros me colocaban el chaleco de fuerza como si fuera un loco
peligroso. Y el guardia me miraba con una sonrisa petulante.
– Si…claro. Y yo soy Caperucita Roja que le gusta jugar al
policía. – maldito, en breve le haría tragar sus palabras. Lo miré de manera
intimidante provocando que diera un paso hacia atrás. Solo me miró con
desconfianza, pero que va, me encantaba intimidar a la gente, si hasta me causó
gracia su comentario.
Al cruzar la puerta, uno de los enfermeros me susurro en mi
oído.
– Nosotros somos tu pasaje a la libertad. – me giré y lo
miré confundido antes de subir a la ambulancia. Solo una idea se me cruzó por
mi cabeza, iría en busca de mi esposa.
Iría en busca de Bella…
Al subir a la camioneta, me saqué el maldito chaleco con
ayuda de uno de los hombres, me tendió el móvil y llamé a Rose para agradecerle
su gran gesto de sacarme de ese maldito lugar.
Cuando había avanzado dos kilómetros, ha pocos metros de
salir de la estación de policía, marqué en mi móvil el número de mi hada
salvadora.
Esperé un par de tonos hasta que luego de verificar el
número se digno a atender.
–Rose, amor mío.- decidí jugar con ella, quizás podíamos
festejar con un gran polvo mi libertad.
– Hola mi amor. Me alegra escucharte. ¿Recuerdas la casa en
donde teníamos nuestros encuentros amorosos? – ni me dio tiempo a esforzarme
para realizar una invitación decente. Sin preámbulos me invitó a nuestro lugar
secreto.
–Como olvidarlo. – es lo único que pude responder, acostarme
con ella era mas fácil que recitar el conteo de los dedos de una mano.
–Me encuentro a dos horas de ahí. Dile a mis hombres que te
den la camioneta y ven. – pues la yegua si que tenía apuro y mi entrepierna
hacia acto de presencia en ese momento.
–Tus deseos son órdenes para mi, mi reina. – paré en seco la
ambulancia, les ordené que bajaran y salí pitando hacia nuestro nido de amor.
–Tengo un regalito para ti.- me dijo antes de cortar la llamada, debo reconocer que su comentario
me sorprendió, igual volví a
carcajearme.
Luego de conducir como un demente, a causa de mi estado de
calentura, llegué al lugar.
A lo lejos vi el coche de Rosalie, la cual bajo en el
momento que me vio y nos encontramos a mitad de camino.
– Si. Lo recuerdo, pensé que tu eras mi regalito. – le dije
en un tono libidinoso.
– No seas estúpido tengo a tu mujer en el auto. La he traído
para ti. Intenté negociar con ellos, pero el muy tonto cuando le dije que lo
amaba me saco a patadas del lugar. Por lo tanto he decidido golpearlo por donde
mas le duele. – mis oídos no daban crédito a lo que escuchaba.
Caminé a paso apresurado hacia el auto y al abrir la puerta
y un olor pestilente salio del interior, la jalé de los tobillos, intenté
ponerla de pie.
La muy torpe, como siempre, cayó al suelo por lo que ahora además
de vómito, la tierra se había adherido en su cuerpo.
Tuvimos la brillante idea de manguerearla con un súper chorro
de agua para limpiarla y quitarle ese mal olor.
De lo contrario no podría hacerle el amor como tenía pensado
como mi regalo de bienvenida.
La cargue como una bolsa de papa y al intentar entrar a la
cabaña, la muy puta volvió a vomitar, que sensación asquerosa fue sentir una
sustancia viscosa recorrer mi espalda.
De la nada me enfurecí, había arruinado mi playera por lo
tanto la arrojé sobre la cama, dándole sin querer la cabeza sobre la pared, de
tal manera que retornó a quedar inconsciente.
–¡Rose, trae unas malditas tijeras. – debía despojarla de
sus ropas, el olor putrefacto era insoportable para cualquier ser vivo.
Tomé su cuerpo inerte a pesar de que su olor me provocó una
gran arcada, que casi dejo mi cena sobre su rostro.
Rose me entregó las tijeras, corté ambas cintas que mantenían
inmóvil a ambas extremidades, las de las manos y las piernas.
Busque el dobladillo de su playera, la estiré hasta su
cadera y corté la tela desde su cadera hasta su escote, luego la di vuelta y
realice el mismo corte por su espalda y le quité su blusa dejándola en sostén.
La coloqué boca arriba nuevamente y le corté su jeans.
Dios, ver su cuerpo expuesto solo para mi, tal cual acto privado, el cual estaba sentado
en primera fila.
Adoraba su cuerpo, todo en el ella, de hecho volvería a
cometer la misma estupidez de años atrás, no me importaba ni mierda que esperé
un hijo de él.
Me puse de pie, me alejé para poder observar con
detenimiento su escultural cuerpo.
Volví a su lado, tomé ambos tobillos y los ate a los costados
de la cama.
Le acaricié las piernas con suave movimiento ascendente
hasta llegar a su entrepierna, la cual volvía acaricié con devoción sobre la
tela de su braga.
Lastima que estaba inconsciente, me hubiese gustado que se
retorciera por mi toque.
Acerque mi nariz a su centro y olisqueé cual perro olfatea
un gran manjar, a pesar de que la turra no me regalo su olor a excitación.
Subí ambas manos acariciando su abdomen levemente abultado, continúe
con sus pechos que habían aumentado de tamaño por su embarazo y terminé por el
camino que habían realizado mis manos en sus muñecas para colocar una esposa
a cada mano al barral de la cama.
Le quité la mordaza que había improvisado la rubia, que estaba vomitada y me detuve en
su rostro angelical.
Le corrí un mechón de su pelo y me acerqué a su oído para
susurrarle unas palabras.
– ¿Por qué Bella no me amas?¿Qué te da él que te hace
feliz?. Sabes que todo puede ser diferente si tan solo te dignarás a amarme
solo una vez. – una lágrima rodó por mi mejilla y cayó cerca de su oído.
No es tanto lo que pido, solo que me ames. – ahora que la
tenia conmigo nadie nos iba a separar –yo te
cuidaré mas que a mi vida, los
alimentaré, bañaré y cuidaré de
ese bebé como si fuera mío.
Besé su frente con amor.
Me separé de su cuerpo, me levanté de la cama y me dirigí a
la cocina a tomar un café.
Rose estaba sentada junto a la ventana tomando su café. Miro
hacia la puerta en el momento en que la traspasaba y me servia mi taza de café.
– Disculpa no pude evitar escuchar lo que le decías.¿De
verdad que la piensas tener cautiva?
– Por supuesto. – le respondí indignado. – No creíste que
iba a matarla, solo lo haré si ella no coopera.
La oxigenada se levantó de la silla, dejó la taza en el
fregadero y salió de la casa, prometiendo que mañana temprano traería
comestibles y elementos de aseo personal.
Había pasado una hora desde que llegamos a la cabaña, aun seguía inconsciente. La tapé con una manta y me recosté a su lado.
Su cuerpo temblaba de frío, se convulsionaba como si tuviera
fiebre.
Decidí tomar el coche y viajar a la ciudad para comprarle
unas medicinas y además algunos comprimidos de somníferos por si se ponía
agresiva y me lo hacia difícil.
Su temperatura corporal era elevada.
Edward POV
Me desperté
desorientado con un gran dolor en todo mi cuerpo, algo agarrotado como si
hubiese permanecido más de tres horas en el gimnasio.
Al abrir
mis ojos me encontraba solo, recostado sobre la cama de una habitación que no
era la mía.
Intente
incorporarme por mis propios medios, lo que provocó un intenso mareo.
Mierda
debía salir de aquí, encontrar a Bella y regresar a casa.
Perdido en
mis pensamientos, abrieron la puerta de la habitación y observé a mi padre caminar
sigilosamente hacia la cama.
- Hijo…
¿Cómo te sientes?- su pregunta me desconcertó ¿Cómo debía sentirme?
- Supongo
que bien.- la expresión de su rostro abatido me indicaba que mi respuesta no
era la correcta.
-Papá,
necesito levantarme para ir a buscar a Bella. He tenido un sueño horrible y me
aseguraré que se encuentra bien.
- Hijo
¿Sabes porque te encuentras aquí?- me encontraba aturdido y poco a poco los
recuerdos regresaban a mi mente.
El despacho
de mi padre. Alice conversando conmigo sobre Rosalie.
Mi padre
preguntando por Bella.
Mi hermana
saliendo del despacho hacia la habitación
Alice
hablando por el móvil con Jasper.
Mis pasos
apresurados atravesando la salida.
Mi carrera
alrededor de la manzana.
La
pincelada de sangre en la acera.
De pronto
recordé todo, la sangre, Charlie, los uniformados, los enfermeros, la
jeringa…todo.
-Papá…dime
que no es verdad, que le darás el alta a Bella y podremos ir a casa.- mi pecho
comenzó a contraerse por el dolor, mis ojos se tornaron acuosos y la mirada de
mi padre que me confirmaba lo que ya sabia.
–¡Vete! –
grité –Déjame solo, necesito ordenar mis
ideas – le dije a Carlisle apenas en un murmullo. Mi padre palmeó mi hombro y
se retiró de la habitación en silencio dejándome en la soledad del cuarto..
Frustrado,
me desplomé en la cama.
Debía
pensar que pasos iba a seguir para
rescatar al amor de mi vida.
Mi mente no
podía enfocar un solo pensamiento. Rendido apoyé mi cabeza en la almohada y
comencé a llorar.
Me
preguntaba mil veces porque la vida se ensañaba con nosotros de esa manera, la
única razón que me imaginaba era el que nos amaramos con locura.
Me levanté
furioso conmigo mismo, el mismo pensamiento re surgía entre las profundidades
de mi alma.
No era un
hombre capaz de cuidar de ella, no me encontraba a la altura de las
circunstancias.
En estos
momentos no me importaba nada, necesitaba hechos y respuestas y la única
persona capaz de dármelas era Charlie.
Me dirigí
al baño privado de la habitación, observé mi rostro abatido por las
circunstancias, mojé mi cuello y cabello.
Como si con
esa acción borrara mis males y preocupaciones.
Los dos
hombres se encontraban en silencio, cada uno sumergidos en sus propios
pensamientos. En sus propias miserias.
Al irrumpir en la sala, ambos alzaron la
cabeza dedicándome una mirada indulgente como aquel que acababa de perder un
ser querido o lo que es peor, aquel que han sentenciaron a pena de muerte.
Decidí
ignorarlos y romper el silencio con una pregunta más que trillada.
-¿Se sabe
algo de Bella?- ambos rompieron la mirada sostenida y volvieron a la posición inicial,
con sus cabezas gachas y negando a la vez.
-¿Desean
contarme lo que esta pasando?-mi pensamiento hizo un movimiento rápido. Debía conocer los detalles
para poder actuar. El vozarrón de Charlie me sorprendió.
-Toma
asiento. Lo que debo contarte es delicado. Prométeme que escucharás hasta que
finalice y luego buscaremos la mejor manera de solucionarlo.
Charlie
PROV
Al regresar
de la clínica, me sentía estresado, una voz en mi interior me decía que aquel
informe elaborado por la forense no era gratificante para mis pensamientos.
Aun no
entiendo como Jacobo Black tenía la suerte de siempre salir bien parado de las
peores situaciones.
Mi corazón
me decía perfectamente lo que intuía, el no estaba loco, se encontraba en todos
sus cabales y era consciente de la circunstancias por las que había pasado.
Había
conversado con Rosalie Hale, en un primer momento pensé que estaría de nuestro
lado, pero al transcurrir de las horas me di cuenta que ella seria una piedra
mas en el camino hacia la felicidad de mi hija.
Mi rango de
policía no era suficiente para encarcelarlo, a pesar de que me sobraban los motivos.
Un maldito
informe elaborado por una astuta forense en psiquiatría, Seria su boleto hacia
su libertad.
Acongojado
por el resultado de la situación me desplomé en mi sillón detrás del
escritorio.
Sabia que Jake
se encontraba en un calabozo a escasos metros de mi despacho, tal es así que
esta me imaginaba su rostro de felicidad
al saber que su amiga haría cualquier cosa por evitar la cárcel para él, por cierto,
una cárcel que lo ayudaría a pensar en como debe tratarse a una mujer, a un tesoro, como lo es mi hija.
Tan ciego
había estado en el momento en el que Jake pidió mi autorización para casarse. Podía
ver en la mirada de Isabella que esa situación no era la ideal, ella no lo
amaba.
Pero a
veces un padre, no tiene derecho a opinar, sobre la vida de sus hijos.
Pero el
recuerdo que mas me atormenta es saber que luego de haber vivido un intenso
romance con Edward ese verano, a las semanas decidió volver con Jake, vaya a
saber bajo que promesas del bastardo y esperando otro hijo.
Pero la
llegada de su segundo hijo y el abrupto distanciamiento hacia mi, confirmaron
que algo andaba mal. Dios, que vida ha padecido mi bebe junto a ese hijo de
puta.
Inmerso en
mis reflexiones, un ayudante mío, me tendió una nota en la que Rose
indicaba el inminente traslado de Jake a una clínica privada para mentales.
Dos hombres
corpulentos, ingresaron a mi oficina, realmente eran intimidante su postura, me tendieron
una planilla y me informaron que el padre de mis nietos, era un ser peligroso,
por lo que lo tenían que inmovilizar para trasladarlo.
Lo
retiraron delante de mis narices, con un chaleco de fuerza.
Al pasar
por mi lado, el cínico me saludo con un típico nos estamos viendo suegrito.
Mi deseo en
ese momento fue de abalanzarme sobre él y matarlo con mis manos.
Pero
nuevamente lo salvo la suerte porque de no haber recibido la llamada de tu
padre, el maldito estaría ahora bajo tierra.– Y eso fue todo…
Edward POV
–Supongo
que detrás de todo esto esta Rosalie y conozco sus verdaderos motivos.– le
afirmé a Charlie.
– Por hoy
no podemos hacer nada, han pasado mas de dos horas y no tenemos nada. – intervino Carlisle.
– Pondré
algunos hombres para seguir a la forense, esa que terminará tan presa como
mi yerno. – dijo Charlie, mientras atendía una llamado de su móvil que sonaba
insistente.
–
Disculpen, tomaré la llamada. – se paró y comenzó a caminar por el despacho de
mi padre. – Diga…¿Nahuel?¿Que ha pasado mi niño?¿Como has llegado a la estación
de policía?.Maldición, tomaté un taxi y ven con tu abuelo…dile al chófer que te
traiga a la clínica del pueblo. Aquí te espero. – al cortar la llamada se lo
notaba contrariado…
– ¿Que ha
pasado?¿Nahuel es el hijo de Bella? – aunque pareciera ilógico, me salían las
preguntas una tras otra.
– Edward... ¿nunca te habló Bella de Nahuel? – su pregunta sin rodeos, me dejo fuera de
juego, vagamente recordé ese día de confesiones en la cama cuando me dijo que
la historia de su segundo hijo era triste y que otro día me lo diría. Ahora
aunque sea sabia como se llamaba, nunca había visto fotos de ellos, solo sabia
el nombre de su hijo mayor, Alec.
– No
Charlie, supongo que es su hijo más chiquito. – ¿Qué edad tendría?
– Pues si
ella no te ha hablado de él, no soy el indicado. – pero que mierda fue eso, la
verdad que no me lo imagino, pero ante tal pregunta mi corazón comenzó a
palpitar como loco, pensé que saldría disparado de mi pecho, como si hubiese
corrido una maratón de mas de cien millas.
Supongo que
el cuerpo responde así por acto reflejo, quizás por una gran amenaza de
peligro, pero suponiendo que sea así, que peligro podía ser un niño adolescente
de la mujer que amo con todo mi corazón….el corazón responde a sentimientos que
el cuerpo no encuentra la razón….
Por lo
pronto decidí despejar todas mis dudas acompañando a Charlie hacia la entrada
de la clínica, un poco de aire me vendría bien para despejar mi cabeza de la
espantosa situación por la que estamos atravesando toda mi familia y yo.
No existe
peor consejero que la incertidumbre de no saber donde se encuentra Bella.
Caminamos
por el pasillo en silencio, cada algunos pasos observaba a Charlie nervioso,
algo inquieto, como si mi presencia lo perturbara, de haber sido en otra
ocasión quizás me hubiese retirado sin decir una palabra, pero dadas las
circunstancias, y encime la pregunta que me realizó Charlie, me había picado el
bichito de la curiosidad, y sentía una imperiosa necesidad de conocer a ese niño.
Cada tanto Charlie
me miraba de reojo, como si quisiera ver que actitud tenía al caminar a su
lado.
Se sonreía
de costado, negaba con la cabeza y luego se rascaba la nuca.
Al girar
por el pasillo, que conducía a la puerta de salida, sobre el mostrador se
encontraba dándonos la espalda un adolescente, de contextura delgada hablando
con la recepcionista.
Al verlo
ahí parado, un escalofrío recorrió mi cuerpo, un sudor frío se adueño de mis
manos y mi corazón estalló, al escuchar su risa estrepitosa, similar a la mía cuando
aun era un adolescente.
Se giro y
creí que me desmayaría…
–¡ Abuelo! –el
adolescente corrió en su dirección….